Somos espectadores diarios del extravagante éxito, al menos aparente, de varias personas principalmente del mundo del espectáculo. Además, las comparaciones que hacen los medios de comunicación social, ya sean profesionales o simplemente personales, pueden afianzar en nosotros la idea de que nuestras vidas no tienen sentido y que no estamos logrando nada grande. Esta impresión, aunque a primera vista parezca un sufrimiento, puede ser el germen de una increíble humildad que favorece la creación y la superación de uno mismo.
¿Cuál es el escollo por el que se abren paso los más ambiciosos? ¿No es la satisfacción o la autosatisfacción lo que lleva a dormirse en los laureles?
Los más grandes de este mundo han logrado hazañas porque no eran plenamente conscientes de sí mismos. Estaban constantemente absortos por su trabajo y habían desarrollado una cierta insatisfacción con su tiempo que los empujaba a cuestionarse constantemente y finalmente a superarse.
La insatisfacción o incluso la aflicción que a veces se puede sentir, sobre todo cuando se permite el juego de las comparaciones, debe ser vista sobre todo como una cualidad. Este rasgo puede ser fructífero si no conduce a la parálisis. Así pues, para que la insatisfacción sea beneficiosa, debe combinarse con una dosis de optimismo y confianza en sí mismo para tomar medidas y superar los obstáculos.